Muchos diríamos que después de 70 años, pero en realidad nunca volvieron. Recordemos que el reino de Israel se dividió durante el reinado de Roboam en el reino del norte, con 10 tribus, llamado Israel (efraimitas o samaritanos) y el reino del sur, con 2 tribus, llamado Judá (judíos o hebreos). Vemos en la historia bíblica que Dios castigó al reino del norte y del sur por su idolatría, como consecuencia Israel fue cautivo por Asiria y dispersado hasta dejar de ser pueblo (Is. 7:8), siendo luego Judá cautivo por los babilonios, pero volviendo después de 70 años (Jer. 29:10) estos últimos son los que reedificaron y se asentaron como el Israel que hoy conocemos.
Es preciso mencionar el trascendental acto que Jacob realizó antes de morir, estando en Egipto, (Gn. 48) donde bendijo a los hijos de José, Manasés el primogénito y Efraín el menor, por inspiración de Dios. Jacob adoptó a sus nietos y los puso como primogénitos suyos y cabezas de tribu, poniendo a Efraín sobre Manasés, profetizando que el hermano menor sería un pueblo más grande que el del mayor.
Es interesante observar que en las escrituras no se muestran registros de reclamos por parte del primogénito (Manasés) por el acto de su abuelo Jacob, considerando que cuando los hijos de José recibieron la bendición ya eran mayores de veinte años y sabían lo que significaba la bendición del primogénito. Encontramos en otros pasajes que estos hermanos siempre actuaban en unidad, nunca hubo entre ellos división, ni rivalidad. Si hacemos una revisión en la historia bíblica veremos que los hermanos anteriores no tuvieron la misma conducta y además encontramos un patrón desagradable a los ojos del Señor; los primeros, Caín y Abel, celo y muerte. Ismael e Isaac, celo y destierro. Jacob y Esaú, engaño y amenazas de muerte. José y sus hermanos, celo e intento de asesinato. Pero no fue así con Efraín y Manasés, de hecho, cuando su abuelo los bendijo declaró: (Gn. 48:20) por ti bendecirá Israel diciendo: “Dios te haga como a Efraín y Manasés”, en Israel se bendice con estas palabras a los varones y a las mujeres: “Dios te haga como Raquel y Lea que edificaron Israel”.
Vemos cómo Dios desde un principio planeaba acercar a sí mismo un pueblo que no era pueblo, a las 10 tribus dispersas que nunca regresaron. Dice el señor en Ezequiel 37:19 “Efraín y Judá serán una sola vara en mi mano”, y en Efraín estamos incluidos todos los creyentes del mundo.